Música y redes sociales: nuevas herramientas electorales en la era digital

9 noviembre

Lo hemos escuchado infinidad de veces: web 2.0, revolución digital, TIC, transmedialidad… Estos términos definen el contexto de la comunicación actual; sin embargo, generalmente aparecen vacíos de contenido, como mantras descriptivos del escenario en el que nos movemos, como tópicos meramente estéticos con una pátina de modernidad. Es menos habitual encontrar análisis acerca de qué ha cambiado en las formas de comunicación en los últimos años y cómo ha afectado a la elaboración de discursos o en qué grado el nuevo contexto ha afectado a los lenguajes con los que construimos los mensajes. Si nos centramos en esta cuestión, parece innegable que la música ha incrementado su presencia y su peso como herramienta comunicativa, y esto lo saben bien quienes diseñan las campañas electorales de los principales líderes políticos, porque en pocos años la música ha pasado de ser un mero adorno a convertirse en una poderosa herramienta para articular mensajes.

Fueron las elecciones presidenciales de 2008 las que evidenciaron este cambio en los modelos de comunicación. La campaña de Barack Obama contó con una cuidada selección musical que englobaba diferentes estilos de la denominada música negra. Desde la selección de sus playlists hasta las actuaciones de artistas en sus mítines, el universo musical demócrata estaba encabezado por artistas negros; mujeres y hombres de distintas generaciones que en muchos casos eran iconos de diferentes estilos musicales: B-B King (blues), Aretha Franklin y Stevie Wonder (soul, R&B) o Ludacris (hip hop). Toda una genealogía de la música negra que, además de apelar a los seguidores de estos artistas, legitimaba el aporte afroamericano a la historia y a la cultura de los Estados Unidos y reforzaba el papel de Obama como líder de las reivindicaciones políticas que tantas veces se han expresado a través de estos géneros.

Sin embargo, todas estas estrategias, aun estando bien planificadas y desarrolladas, no eran novedosas, y en aquel entonces entraban dentro de la lógica organizativa de cualquier campaña política. Lo novedoso llegó a través de plataformas como YouTube (creada en 2005) y las redes sociales, que por primera vez entraban en una batalla electoral de estas dimensiones. Obama también venció en las redes sociales con todo tipo de contenidos que los internautas circularon por internet bajo el lema «Yes We Can», como explica Kevin Wallsten en un artículo que destaca el papel del vídeo musical de Will.i.am, donde se musicalizan varios fragmentos de discursos pronunciados por el líder demócrata y en el que aparecen personajes muy conocidos comprometidos con la campaña Obama. Este vídeo fue realizado sin la intervención del equipo de campaña del futuro presidente y logró una enorme difusión a través de internet, cosechando varios millones de visionados antes de las elecciones. Además, inauguró un nuevo formato promocional que sería reproducido multitud de veces en el ámbito internacional; en España los casos más relevantes son el discurso de Pablo Iglesias en la Plaza del Sol en 2015 y el spot de campaña de Ciudadanos en 2016.

En todos estos casos, la música aporta un carácter afectivo a las palabras, una cualidad que ha sido reconocida en el pensamiento musical desde Pitágoras. Generalmente, musicalizar un discurso político le aporta una dimensión transcendental y épica, similar al efecto de la música en los discursos que preceden a la batalla o cierran con una reflexión moral muchas películas de Hollywood. Steven Shaviro argumenta que vivimos un momento en el que las producciones audiovisuales construyen más que nunca nuestras relaciones afectivas como sociedad en lo que denomina «post-cinematic affect«, y esto explicaría la proliferación y el éxito de estos discursos políticos musicalizados que devienen fenómenos virales en las redes sociales por su capacidad de generar engagement con la audiencia. Sin embargo, este carácter afectivo también los convierte en blanco de todo tipo de parodias; no en vano, la música es un lenguaje fundamental en la sátira política y el polintertainment.

No es casualidad que tanto en el caso estadounidense como en el español estos discursos musicalizados no paródicos hayan funcionado en propuestas políticas que generan ilusión entre los votantes. El desgaste de Obama en su primer mandato hacía imposible el efecto «Yes We Can» en 2012, y Carol Vernallis señala que el perfil de Trump y Clinton en las últimas no encajaba siquiera con una estrategia musical definida que pudiera movilizar al electorado, lo que hizo que la música estuviera menos presente, tanto en sus estrategias electorales como en la actividad de los prosumidores en internet. No sabemos cómo evolucionarán estas prácticas en un futuro, pero parece seguro que la música como herramienta electoral ha venido para quedarse en la era digital.

Escrito por Eduardo Viñuela Suárez, doctor en Musicología y profesor de la Universidad de Oviedo. Cuenta con numerosas publicaciones sobre músicas populares urbanas y música en los medios audiovisuales, entre las que destaca el libro «El videoclip en España (1980-1995)» (ICCMU, 2009). 

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